Sobre la relatividad y el amor
by Mariana Gutierrez
Pasé tantos años accionando de acuerdo a lo que otros esperaban de mí... nada raro. Seguro muchas lo hemos hecho por razones tan similares o tan diferentes que se vuelve de poca importancia el por qué fue. Es más, pareciera que podemos resumir todos esos eventos en la falta de reconocimiento del valor propio que internamente sabemos o creemos tener y en el miedo que nos da el ser rechazados y que pocas veces nos atrevemos a reconocer que ahí está. ¿Pero quién rechaza a quién realmente?
El Amor y las reglas del Universo están siempre funcionando pero está en el observador, el sistema de referencia, el cómo nos afectan y qué tanto dejamos que influyan sobre nosotros. Y por ende, en qué tanto fluimos con la vida o nos resistimos a vivir y sentir lo que realmente habita dentro de nosotros. Sea lo que sea que nos hace vibrar y ser felices, está ahí, del otro lado de toda esa resistencia y de nuestra rendición ante el miedo.
El tiempo hace casi 4 años comenzó a pasar más rápido en mi vida. Me permití sentirme vulnerable y mostrarme así ante otras personas con todo y la necesidad que seguía sintiendo de aparentar ser una mujer fuerte que siempre estaba bien. A partir de ese momento, han ido cambiando muchas cosas y cada vez más rápido, más fuerte y más profundo.
Mi alma desde chiquita siempre ha buscado mucho el contacto con la naturaleza de diferentes formas y la relación que ésta tiene con el funcionamiento de todo lo demás que aparentemente “no tiene nada que ver” con dicha naturaleza. Con el tiempo he ido haciendo cada vez más obvio en mi cotidianidad como todo lo que funciona en el Universo y en la naturaleza se aplica a nuestras relaciones personales. Con otros y con nosotros mismos.
Personalmente, la forma en que más me había resistido a vivir fue buscando que las relaciones que en algún momento establecía, no terminaran. Por un lado porque el valor que yo creía tener estaba basado en lo que habían dicho de mí en algún momento. “Afortunadamente” eran puras cosas buenas. Pero no conocía mi valor por cuenta propia. Lo que valía era por todo lo bueno y bonito que tenía según otras personas, por cualquier halago que hacía crecer a mi ego o cualquier acción que le había gustado a alguien más. Aún cuando parecía que yo estaba bien, en realidad me hacía mucha falta reconocer el valor de las acciones que tomaba por cuenta propia, por gusto y buscando mi propia felicidad. Digamos que siempre supe cuánto valía, pero estaba opacado mayormente por el peso que le daba a lo que otros decían de mí y por más feliz que algo me hiciera, no vivía ni sentía esa realidad como mía.
Por otro lado, terminar una relación de amistad, de pareja o incluso profesional, para mí era sinónimo de fallar. “Algo no hice bien”, “no soy suficiente”, “no puedo hacerlo”. Entonces me mantenía en un espacio ya no grato e interactuando con una persona con quien no me sentía contenta, con quien no era yo, quien no respetaba mi persona, mis límites o mi tiempo en un intento por siempre salir victoriosa según mi ego. No pasaba. Sólo terminaba frustrada, triste y enojada.
Todo eso daba pie a una cadena de eventos que uno a uno me fueron permitiendo aprender muchísimo de mi misma. Pasaban cosas que me gustaban mucho y otras que no tanto. Pero en esta ocasión lo que me parece más importante mencionar es que de tanto que buscaba la aceptación y los aplausos de la gente a mi alrededor, me fui alejando de mi verdadera naturaleza. Buscaba tener el control de más situaciones cada vez y eso me generaba una desconexión importante al grado que comenzó a alarmarme.
Pero, ¿se nota cómo todo eso era mi percepción? Quizá desde fuera se veía muy diferente. Quizá no, y era obvia mi ausencia en mi interactuar con los demás. No lo sé. Eran decisiones que tomaba y conclusiones a las que fui llegando según mi mundo interno y el cúmulo de ideas que hacían sentido en ese momento por la razón que fuera. Así, todo lo que sucedía del otro lado, es decir, con la otra persona en cuestión, es un mundo desconocido casi totalmente o del todo. Lo que pudiera llegar a compartir de su pensar y sentir es la mínima parte de todo lo que hay dentro. Y son tan diferentes el interior de cada uno debido a que somos distintos y tenemos percepciones de la vida tan diversas porque la historia que hemos vivido es única.
Entonces, ¿Cómo controlar una situación donde no estoy involucrada solamente yo? La ilusión sobre el control no es más que eso, una ilusión. Porque ni siquiera los eventos en donde aparentemente sólo estamos nosotros mismos los podemos controlar, menos aquellos donde interactuamos con alguien más.
De aquí la importancia de realmente conocer al otro. De volvernos observadores de quienes nos rodean y de nuestro interior. Escuchamos seguido que la única persona que nos va a acompañar todo el camino somos nosotros mismos pero creo es algo que “entendemos” en virtud del sentido teórico que tiene y no porque realmente estemos viviendo momentos que nos llenen de la experiencia de amarnos y acompañarnos en completa consciencia de manera que nos sea obvia la importancia real y práctica de conocernos. Cuánto tiempo sin disfrutar de lo hermoso que es.
Y no sólo es con nosotros. Muchas veces interactuamos desde la superficie con los demás en donde hay algún tipo de defensa, de competencia, entre muchos otros comportamientos que no están cerca de ser algo que genere vínculos reales. Y con quienes más nos interesa tener una relación fuerte que edifique, puede que de pronto los demos tan por sentado que olvidamos observar y activamente construir. ¿Qué tanto nos damos a la tarea de entender el mundo interno del otro? Conocer, reconocer y entender la verdad de las personas puede permitirnos crecer muchísimo individual y cooperativamente.
Agradezco que he tenido la preciosa fortuna de compartir vida con mujeres y hombres maravillosos con quienes he aprendido mucho sobre la vida y el amor. Así, con todo lo que eso abarca. Y definitivamente el amor está en todos lados y de todas las formas que puedas imaginar. Sólo basta con cambiar un poquito la perspectiva, el enfoque, y poner realmente atención al momento en el que estamos. Incluso hay amor en cada muerte, cada ruptura, cada falla y tropiezo. Porque las semillas necesitan “romperse” para empezar a crecer.
La “muerte” de una estrella en el Universo genera la materia y el movimiento necesarios para dar origen a nuevas estrellas en expansión. Caer nos da la posibilidad de subir. Hay una muerte significativa de la vida que llevaba una mujer antes del nacimiento de su hijo para dar espacio a la forma de vida que inicia. Muchos árboles dejan ir todas sus hojas para recibir la primavera y dar frutos. Y así hay miles de ejemplos. Sin embargo creo que es algo que escuchamos seguido y que no se termina de sentir porque socialmente es utilizado como una especie de comodín para cuando las cosas van mal o muy mal.
Entonces nos perdemos de lo hermoso que es crear desde espacios más amorosos. Con todo y el miedo que a muchos nos dan las pérdidas, las despedidas, las fallas, inconscientemente las llamamos cuando queremos que algo sea distinto. Esperamos esas muertes para dejarnos construir algo que no habíamos hecho antes. Nos dejamos morir de alguna manera para poder reiniciar y que “ahora sí las cosas sean diferentes”. Pero para mí es cuestión de que reconozcamos que sí, todos los términos traen nuevos inicios pero que también podemos accionar como sea que en el momento sentimos que queremos hacerlo.
¡Cambiar también dicho enfoque! Somos todo lo que queremos ser siempre, sólo falta que nos demos la oportunidad de ver que estamos vivos y que no necesitamos reiniciar de cero tan seguido para crecer o que algo se modifique en determinados momentos donde parecieran existir las condiciones que benefician dicha transformación. Que claro que puede haber mejores ocasiones que otras, sólo digo que podemos hacerlo también desde el gozo de sabernos viviendo algo que nos hace sentir dichosos. Y mejor así, un cambio real que lleve una energía de plenitud más que la de falta y necesidad.
Y aunque siempre he creído que es importante tener ciertas convicciones establecidas, también es fundamental atrevernos a cambiar. De opinión, de formas de accionar, de amistades, lugares...De enfoque. Ya que por más permanencia que haya en determinadas circunstancias, el sujeto de alguna manera está cambiando así como lo está haciendo el observador. Todo cambia y abrazar ese cambio nos permite estar presentes y amar. Porque no hay cosa que más esté apreciando en este momento de mi vida que el notar todo lo que hago activamente diferente por gusto y no desde la pasividad que sin opciones te lleva a cierta transformación. Me encanta reconocer todos los eventos de muerte-nacimiento que ha habido en mi vida pero hoy elijo transformar desde el amor todo lo que necesite en el momento en el que estoy.
Me siento más feliz y dichosa cada vez, y notar como nada está afuera sino que todo viene de mí misma es sumamente satisfactorio. Siento más confianza en las capacidades que ahora tengo de cuidarme y responder por mí y para mí. La búsqueda cambió y ya no es más el encontrar la aceptación de otros, sino permanecer siendo Yo misma bajo cualquier circunstancia y no volver a responsabilizar al exterior de no estar siendo o haciendo lo que sé que vive en mi.
Definitivamente no es un proceso rápido o sencillo. Pero parte de mi camino ha sido justo dejar de exigirme desde la prisa o la perfección y mejor observar y accionar poquito cada vez. Y aunque sé que cada uno tiene su historia y sus formas, qué bonito sería que cada vez más personas tomaran en mayor medida caminos llenos de lo que realmente pide su corazón y no por complacer lo que otros quieren. De otra forma, sólo nos rechazamos a nosotros mismos llevándonos a buscar esas muertes constantes para cambiar algo debido a esa inconformidad porque extrañamos lo que de verdad somos y queremos un poco de eso de vuelta.
Amar sin depender y recordar que nuestra realidad cambia a cada momento nos encamina a un mayor reconocimiento de nuestro ser y a iniciar o terminar con aquello que realmente nos mantiene en sintonía con la presencia. Esa atención con la que interactuamos con quien tenemos cerca, con quien amamos y en el cuidado que le damos a nuestro corazón al ser más de lo que de verdad somos.
En fin, este texto podría ser inmenso, sólo quisiera recordar que somos partes pequeñitas de un todo inmenso y que está en nosotros estar conscientes del orden o del caos en el que estamos, porque ambos estados están bien, los dos están constantemente interactuando en el Universo, sólo es cosa de qué tanto nos dejamos fluir con la naturaleza de nuestro interior o no. De cuánto silenciamos nuestra voz por escuchar la de otros y de lo bello que es realmente conocer a las personas que amamos y principalmente, a nosotros.
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