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Red: Mar Castañedo por Agustín Paredes

Fotógrafo: @agusparedesmx




Me he obsesionado con las obsesiones de otras personas

Por Mar Castañedo


Sophie Calle lo demostró en sus crónicas personales Las historias verdaderas donde narra varias anécdotas de su vida personal y de su experiencia como artista, aunque sus experiencias personales ocupan la mayoría del libro. Allí se aprecia su fijación por la sexualidad como construcción esencial del ser humano, la nostalgia por su padre e incluso cuenta cuando posó como modelo de arte y un hombre, después de dibujarla, cortaba su figura con una navaja sin dejar de mirarla fijamente, ella siguió asistiendo a las sesiones y después de varias en las que el hombre repetía el mismo rito, decide claudicar por el bien de su integridad física. La necesidad de contar y recordar son la premisa, una obsesión por ver su vida y compartirla hasta con fotografías que ella misma ha tomado, para mostrarse al mundo, reconocerse como artista, pero también como una mujer que no le teme a su cuerpo ni a su historia.

Annie Ernaux lo hizo mucho antes. Ella decidió hacer autobiografías fragmentadas en libros. Un libro contiene una etapa específica de la profesora de literatura, y no nos encontramos ante un ejercicio ególatra por hablar de sí misma sólo porque quiere, ella posee la obsesión por escribir su historia, abrir una ventana a un contexto social e histórico en el cual muchos que vivieron en esa época podrían reconocerse, un molde casi universal donde las personas pueden depositar sus reflexiones, un molde que parte de lo individual, pero se vuelve colectivo.

Su escribir carece de adornos, es la famosa escritura llana (écriture platte) cuya función es desdibujar al escritor mismo, esto dio luz a la literatura terrenal o en francés Littérature de terrain: el individuo expone su historia para hacer visible un contexto histórico, estos textos son una herramienta interesante para los sociólogos e historiadores.

En esta literatura se habla de cosas que antes no se hablaban, se comparten para que el mundo sea testigo y partícipe, se deja de lado la a veces patética nostalgia por el canónico pasado, se deja de lado el miedo a la dificultad de describir el presente. Más vale intentarlo.

Ahí está la obsesión de Ernaux: escarbar en su historia por más dolorosa que fuese, como desnudar a su padre contando su historia, contar su ascender social, de cómo pasó de ser un obrero a un comerciante, de cómo los estragos sociales lo hicieron un hombre callado y avergonzado de su pasado. Todo esto deja la sensación de que si encaminamos bien nuestras obsesiones podemos dar paso a una palabra bastante valiosa para los demás.

Mariana Enriquez lo enunció en una entrevista: la obsesión más que un sentimiento negativo puede convertirse en la sublimación para la creación. Obsesionarse es querer saber todo de algo o alguien, explorar todo lo que esté a nuestro alcance hasta poder palparlo en la realidad. Y escribir, escribir hasta tener la sensación de haberlo dicho todo o al menos saciar un poco esa hambre.

Investigar es la consecuencia cuando convivimos con esa obsesión que puede estar dirigida a cualquier tema. Nos volvemos expertos de lo que queramos, nos volvemos creadores y, con suerte, eso resulta en una innovación que nutre. Enriquez dice “yo escribía de lo que me obsesionaba” para describir su primera novela y sigue hablando de la obsesión cuando da conferencias sobre sus libros.

La obsesión es un pensamiento rumiante que no nos deja hasta que lo vomitamos. Y no dejo de pensar cuál será la obsesión de cada persona. Si la obsesión puede dejar algo bueno si está bien encaminada, y no me refiero a la invasión innecesaria del otro, sino a la exploración de lo que nos parece fascinante.

La fascinación es un sentimiento que trasciende el tiempo. No importa si estamos en el neoliberalismo tardío o si nos encontramos en dinámicas pragmáticas todo el tiempo, la fascinación existe y puede manifestarse por cualquier cosa; esto me parece alquímico, un oasis maravilloso.

¿La obsesión dejaría algo bueno? Probablemente. Una prueba de ello es la literatura, la necesidad del escritor por transformar la realidad en historias.

Laurent Gaudé se obsesionó con el absurdo de la realidad donde las personas son convertidas en simples cifras al ver las noticias de exiliados; y antes de continuar con esto, quiero hacer una aclaración: me rehúso a usar el término migrantes por cuestiones políticas, prefiero usar exiliados porque los describe mejor, las personas exiliadas, las tan llamadas “migrantes” son personas que han sido saqueadas, se les han arrebatado los derechos humanos. La palabra migrante se ha significado como algo indeseable y como si a estas personas les diera gusto abandonar su país. Migrante es el contraste de “expatriado”, por ejemplo, palabra que le he escuchado a ciertos franceses cuando salen de su país para habitar en otro. Un “expatriado” o expat como le dicen, es prácticamente una persona europea que sale de su país y no pierde sus privilegios precisamente por su origen, por eso no quieren llamarse migrantes porque está reservado a las personas pobres de países del “tercer mundo”, detesto con toda mi alma este término, me chupa el término “primer mundo” también; el primer mundo no existe y, por ende, el tercer mundo tampoco, lo siento. Son términos para ocultar la relación de poder y dominación que existe en el mundo, son eufemismos perversos.

Los expatriados no pueden ser pobres o indeseados. Los tan despectivamente llamados migrantes son humanos que viven en una injusticia. Imagínate ver cómo tu país se desintegra y que es inhabitable, de estar forzado a abandonar donde has crecido, has conocido el mundo, donde te has enamorado o por lo menos ¡donde has comenzado tu existencia! Los exiliados están forzados a abandonar su país por cuestiones políticas y económicas empujadas por otros, quienes se benefician de esa pobreza, punto.

Regreso a lo que estaba diciendo, Gaudé ve a estas personas exiliadas provenientes de África tratando de atravesar el mar para llegar a Europa, travesía que deja miles de muertos todos los días. Muertos sin nombre para los medios de comunicación. Personas que venían de diferentes partes del continente africano con una historia, develando los serios problemas mundiales que existen a causa de la destructiva colonialidad.

Este hecho es aberrante, es brutal ver cómo las personas son engullidas por el mar y las pocas que sobreviven ven sus esfuerzos desintegrados al pasar por migración; pasan del monstruo marino al monstruo de la deshumanizante burocracia europea. De todo esto surgió su novela Eldorado, una novela que desidealiza Europa y pone en la superficie las encrucijadas que un ser individual enfrenta al ser obligado a dejar su país por circunstancias que están fuera de su control. Ese numerito que en realidad es un ser humano con aspiraciones, con el amor a la vida entre las manos, habitando en todo su cuerpo. Gaudé no podía estar indiferente ante esto y qué bueno. De hecho, en una entrevista usa la palabra “obsesión” para explicar qué lo motivó a escribir esa novela.

Las obsesiones son necesarias para asimilar la realidad y los absurdos que reinan (sí, la vida está llena de absurdos y surrealismos). Ya sea para participar políticamente o simplemente para aplacar una necesidad creativa o ambos.

Yo me pregunto ¿en qué podría obsesionarme yo para poseer la palabra?

*

Me gusta pensar que las personas dedicadas a la literatura son clarividentes y espectadores al mismo tiempo, de realidades que imaginan porque ya saben qué pasará con sus personajes, pero una vez que los personajes cobran vida y se enfrentan a sus dilemas, dejan de ser propiedad del escritor y es ahí que aquél tiene que usar el más agudo sentido común para intentar comprenderlos y que la palabra del personaje sea auténtica. Escribir diálogos es el ejercicio más desafiante y fascinante que hay, en mi opinión. Ese desprendimiento conlleva a ser camaleónico, a llevar una seria investigación y, por supuesto, se tiene que estar obsesionado con el tema, obligatoriamente.

Luisa Valenzuela lo demuestra en Como en la guerra, el personaje no revela su nombre, pero sí una vida que le persigue, nosotros somos testigos de su dolor al dejar la Argentina durante la dictadura y regresar porque su ser necesita volver a su hogar, para terminar torturado por ser homosexual. Así como lo cuento tan resumido, ese camino parece bien trazado. No. el andar de este personaje durante toda la novela es muy borroso y esta estructura narrativa tiene sentido: ninguna vida está trazada claramente, no tenemos ni idea de lo que pasa en el mismísimo presente, pero experimentamos, es lo que podemos hacer, improvisar, vivir. Esta escritora octogenaria pudo expresar en esta novela este concepto tan complejo como una genia.

Nancy Huston y su Varian, el personaje que decidió ser vegetariano después de ver un pescado recién asesinado por su padre, el sentimiento de muerte invade de tal manera al chico que no quería comerse en absoluto ese enorme pez, quedó horrorizado ante tanta violencia, la autora lo describe como el vacío de la muerte, y eso es sólo el principio de una cadena de hechos violentos dados inevitablemente en el mundo, lo cual es una proyección de la propia autora quien menciona, le aterra la violencia del mundo.

La ex alumna de Barthes tuvo que investigar sobre vegetarianismo y de hábitos alimentarios para construir la psique de su personaje, lo que la llevó a tener aberración por la carne que no supiera de dónde venía ni cómo tratan a la vaca que va a comerse.

Ella dice: “esta idea (acerca del vegetarianismo para crear a su personaje) no apareció al principio de la novela. Vino por el intermediario de Varian... comencé a informarme sobre el tema. Aprendí tanto de la materia agroalimentaria que dejé de comprar carne en el supermercado. Desde Varian, compro solamente animales locales, animales que yo misma podría matar (para alimentarse)” (Novo by Médiapop #40, pág. 53)

La obsesión sobre un tema, en este caso, del vegetarianismo y la cuestión alimentaria, es una obsesión propulsada por otra obsesión, (las obsesiones también pueden funcionar como fractales). Esta obsesión propulsora de la autora era expresar su miedo a la violencia que la llevó a investigar a fondo y a obsesionarse con el tema alimentario.

Fernanda Melchor se obsesionó por contar relatos del puerto de Veracruz cuando fue azotado por el narcotráfico durante el gobierno de Felipe Calderón y su falsa y horrible “guerra contra el narco”, que dejó más desgracia que soluciones. Los libros de la periodista muestran un mundo de violencia estructural que va de lo particular a lo general, narra de manera polifónica diferentes historias manchadas por la violencia que va del exterior al interior y viceversa, historias que, así como implosionan, envuelven la ciudad y a las personas. Algunos libros son ficción, pero definitivamente tienen sustento de una realidad que puede ser peor que una historia de terror bien hecha.

En un libro específico, se percibe la obsesión de la veracruzana por exponer esta problemática social y de contar el proceso de transformación del puerto de Veracruz, de contrastar realidades, el pasado y el presente de este lugar, a tal punto de concebirlo como dos lugares distintos, aunque se trate del mismo, el Veracruz del pasado y el Verarcruz del presente. El tiempo se desdobla. Investigó tanto que hasta pudo conseguir testimonios de primera mano, informantes que ayudaron a que escribiera las crónicas de su libro “Aquí no es Miami”.

En fin, podría enumerar más hasta tener que buscar más referencias, pero creo que ha quedado claro que la obsesión puede ser un recurso inagotable de creación. Me gustaría hacer el ejercicio constante de hacer consciente qué es lo que me obsesiona, pero, por lo pronto, me estoy obsesionando mucho por las obsesiones de escritores, detectar ese hilo conductor que lleva a un escritor a escribir una serie de relatos, una novela, cuentos. Cuando escuché esta idea, de la obsesión como creación, no he podido quitármela de la cabeza, fue toda una iluminación para mí. No dejo de ver entrevistas ni de buscar libros que hablen del punto de vista personal de los escritores sobre algo. O de buscar compilaciones de textos publicados a lo largo de la carrera de ciertos escritores; obviamente de escritores cuya obra me guste mucho.

Estoy obsesionada, ahí está, mi obsesión del momento: estoy obsesionada con las obsesiones de otras personas.





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